La educación médica ha experimentado una evolución significativa desde el informe Flexner del siglo XX, adaptándose a los avances científicos y pedagógicos. En la actualidad, la formación en oftalmología se enfrenta al reto de integrar nuevas metodologías de enseñanza, como el aprendizaje basado en la ciencia, en problemas y en competencias, con el objetivo de mejorar la práctica clínica, que sigue siendo la piedra angular de la enseñanza médica. A pesar de las innovaciones como la capacitación en ambientes simulados y el uso de tecnologías avanzadas, la formación clínica de calidad requiere un componente esencial: la profesionalización de los docentes.
Los programas de especialidad médica tienen como objetivo formar médicos en una especialización estrechamente entrelazada con un contexto profesional. Progresivamente, los médicos experimentan mayor complejidad y responsabilidad bajo la supervisión de tutores e instituciones aprobadas para tales fines. Los programas de residencias médicas deben considerar el establecimiento y adhesión a buenas prácticas y políticas en la profesionalización docente, ya que estas son parte fundamental de un programa educativo de calidad.
Las competencias representan el paradigma emergente en los programas educativos y académicos. El concepto de formación basada en competencias implica un cambio del viejo paradigma de simplemente enseñar a los estudiantes, a un enfoque donde se demuestra que los alumnos pueden realizar lo que se espera de ellos. La “competencia” no es solo la capacidad de hacer algo, sino de hacerlo bien. En general, se acepta que las competencias son habilidades complejas que integran conocimientos, habilidades cognitivas, habilidades psicomotrices y actitudes; capacidad para resolver problemas o realizar tareas dentro de un rango de estándares de calidad; y capacidades contextualizadas en escenarios reales y dinámicos.
La competencia se refiere no solo a los conocimientos básicos o a las habilidades instrumentales, sino también a las habilidades interpersonales y sistémicas necesarias para el aprendizaje a lo largo de toda la vida. Esta transformación requiere cambios tanto en el modelo educativo como en los programas de desarrollo del profesorado. En este sentido, se ha descrito la competencia general de los profesores de medicina, la cual se conceptualiza como la capacidad para proporcionar a los estudiantes una formación y actualización que responda eficazmente a las demandas sociales de atención médica, educación e investigación.
El papel del docente ya no se reduce a la transmisión de sus conocimientos a los alumnos. Hoy, el proceso educativo es bidireccional: el maestro enseña y aprende, y concurre con el alumno en la búsqueda del conocimiento. Es, ciertamente, facilitador del aprendizaje, pero también es supervisor, retro informador, evaluador, orientador, incentivador, vigilante, promotor de la innovación, modelo y ejemplo.
Las principales funciones rectoras de los docentes incluyen el diseño o rediseño de currículos y programas, la organización de métodos, prácticas y recursos didácticos, la coordinación de procesos educativos, la promoción del profesionalismo, el diseño e implementación de instrumentos de evaluación, y la participación en la generación de conocimiento científico.
La necesidad de programas de desarrollo docente para mejorar las prácticas pedagógicas en la educación médica es sentida por todas las instituciones de educación superior. El desafío es mejorar y actualizar las competencias de los educadores tan rápido como las tendencias de aprendizaje emergentes. Los programas educativos deben preparar a los profesores, líderes y administradores para innovar y proponer programas que se perciban y evalúen como relevantes.
En este sentido, hemos reactivado en la Asociación Panamericana de Oftalmología el Consejo Panamericano de Profesores Universitarios en Oftalmología, que tiene como objetivo la promoción de la educación médica, la investigación y la atención al paciente en oftalmología en la región panamericana.
El camino hacia la profesionalización docente en la educación oftalmológica es desafiante pero indispensable. Al invertir en la formación continua de nuestros educadores y adaptar nuestros métodos pedagógicos a las necesidades cambiantes del siglo XXI, aseguramos una atención médica de alta calidad y una formación robusta para las futuras generaciones de oftalmólogos. La colaboración y el compromiso de las instituciones educativas y los profesionales de la salud son clave para alcanzar estos objetivos y mejorar significativamente la educación y práctica oftalmológica en nuestra región.